Miguel García modelando una pieza y su alfar en los años 50 del pasado siglo. Foto de Jean Christian Spahni
Los últimos alfareros de Ugíjar, desarrollaron su actividad en el siglo XX. Spahni nos muestra el alfar de Miguel García Sierra, en el barrio del Cerro de Ugíjar. Este era un recinto de gran tamaño que conserva uno de sus dos hornos de ladrillo y mampostería, con bóveda de medio cañón, y restos del segundo. También cuenta con restos de sus tres balsas de decantación. Lamentablemente se ha soterrado la acequia original que pasaba por el alfar. Las piezas de Miguel García reunían las técnicas granadinas y almerienses, ya que este se formó en Níjar y con los otros alfareros de Ugíjar.
Estos alfareros también tenían su alfar en el barrio del Cerro, y pertenecía a la familia de los Ortíz. El alfar poseía un horno de grandes dimensiones hecho de ladrillo y mampostería que hoy se ha perdido. Provenían de una larga tradición de alfareros y constructores de casas-cueva de la zona de Guadix, buscando un nuevo emplazamiento primero en Cádiar y después en Ugíjar. Esta familia realizó parte de las tejas de la Iglesia de Ntra. Sra. del Martirio tras su reconstrucción.
El proceso de elaboración era totalmente artesanal, desde la adquisición de la arcilla hasta su acabado, por lo que la aparición de nuevos métodos y técnicas modernas, como la porcelana, unido al éxodo rural, hicieron muy difícil la supervivencia de la tradición.
La alfarería en La Alpujarra es una tradición artesanal que se ha transmitido en la comarca desde época romana, construida a través de las diferentes culturas. Se han encontrado restos de cerámica romana en la zona de Ugíjar, en Escariantes y Carchelina. La cultura musulmana es de gran importancia ya que definió las tipologías y los usos, introduciendo la conocida teja árabe, el cromatismo del vidriado de loza… Esta actividad también afectará en este momento a la toponimia del lugar, como vemos en la creación de Mecina Alfahar. En época mudéjar se necesitaría de la alfarería para las nuevas construcciones religiosas. Los hornos que nos han llegado hasta nuestras fechas fueron desarrollados en época barroca. En los últimos siglos la actividad alfarera se convirtió en una tradición familiar, siendo una parte importante de la economía puesto que vendían la mayoría de los productos en la comarca, en las plazas y mercados, en los antiguos zocos, ya que se trataban de unos productos necesarios para el quehacer diario y la construcción. En estos se encontraban las tipologías: cántaros, botijos, cantarillos con pitorro, bebederos para gallinas, comederos de conejos, macetas, alcancías, orzas, queseras, cazuelas, platos, pucheros, jarras, lebrillos, ladrillos, tejas…
 

Bibliografía

– Spahni, Jean Christian (1959). La Alpujarra: La Andalucía secreta. Editions de la Baonnière. Boudry, Neuchâtel
– Carretero Pérez, Andrés; Ortíz García, Carmen y Fernández Montes, Matilde (1984). Alfarería popular de la provincia de Granada. Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Subdirección General de Arqueología y Etnografía